La sociedad en la que vivimos se caracteriza por producir una gran cantidad de información que circula en espacios públicos. La información se ha vuelto un motor vital de la economía, la educación, el gobierno, la industria, el comercio, la política, etcétera. En las sociedades donde no hay información libre y pública, se cometen abusos y se violan los derechos humanos.
En este contexto, como cada año desde 1993, el 3 de mayo conmemoramos el Día Mundial de la Libertad de Prensa que recuerda la Declaración de Windhoek (para el desarrollo de una prensa libre, independiente y pluralista) que marcó un antes y un después en el ejercicio del periodismo serio que documenta realidades. Este año, el lema es «Periodismo bajo asedio digital», para recalcar el impacto de la era digital en la libertad de expresión, el acceso a la información, la privacidad y la seguridad de los comunicadores.
En una sociedad abierta, como en la que vivimos, las personas ejercen su libertad para informarse y su libertad para expresar lo que piensan, porque los Estados reconocen estos derechos y existen tecnologías que hacen posible la libertad de expresión, como como internet, las redes sociales digitales o los medios de comunicación tradicionales como el periódico o la radio. El tema es que no es suficiente, menos aún en una época que se caracteriza por la sobre información y la proliferación de noticias falsas, que vienen incluso de las propias autoridades.
De acuerdo con el portal de estadísticas en línea Statista y la agencia digital We are social en su estudio “Digital 2021”, a nivel mundial 56.4% de los usuarios de internet manifiestan preocupación por no saber qué es cierto y qué no de las noticias que ven en la red; el país donde más usuarios señalan preocupación es Brasil con 84%; en el caso de México, el porcentaje de usuarios con incertidumbre por saber si la información que leen es real es de 59.5%.
Es en este escenario, donde abundan las notificas falsas o engañosas, por decir lo menos, las y los periodistas deben realizar su trabajo para ofrecer a la sociedad, datos y contexto que nos permita explicar la realidad. Así, el periodismo serio es también un actor clave para desmenuzar las verdades a medias y las mentiras que parecen verdaderas porque contrasta el discurso con los hechos.
Tanto a nivel nacional como a nivel local el trabajo periodístico que está comprometido con la ética y la verdad debe ser reconocido y respaldado, porque es un pilar de nuestra vida democrática y a favor de los derechos humanos en cualquier país.
El Día Mundial de la Libertad de Prensa es también una oportunidad para dar espacio a la autocrítica y la profesionalización. Y es que, a pesar de que vivimos en la época con más libertades informativas y más espacios de expresión, la información que se difunde o la que tiene mayor impacto, no necesariamente es la que ha sido trabajada bajo estándares éticos mínimos de la profesión para que los contenidos se sostengan con evidencias comprobables. De lo contrario, la sociedad en su conjunto, única destinataria de los mensajes, puede ser víctimas de engaños disfrazados de actividad periodística.