Ayer en todo el mundo se conmemoró el Día Mundial de la Salud, que en 2025 tiene como lema: Comienzos saludables, futuros esperanzadores y nos permite recordar la importancia que tiene en todo el planeta contar con sistemas de salud que respondan a las necesidades de las personas un un tema que realmente puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Esa ha sido una demanda que la sociedad mexicana ha tenido durante décadas y la ha exigido a sus autoridades en todos los niveles de gobierno: atención médica que respete su derecho humano a la salud.
Para que las instituciones de salud en México logren una transformación hacia la eficiencia y eficacia en la atención de los problemas de salud, es fundamental que adopten un rol de facilitadores y no de obstáculos en los procedimientos administrativos. Es esencial reconocer que cada paciente atendido genera un expediente, y por lo tanto, la simplificación y agilización de los trámites administrativos es crucial para optimizar la atención.
Además, es imperativo que las voluntades y la entrega en el servicio público estén presentes en cada eslabón de la cadena de atención a la sociedad mexicana. Esto implica que todos los profesionales de la salud, desde el personal administrativo hasta los médicos y enfermeras, deben estar comprometidos con brindar un servicio de calidad a los pacientes. La atención médica no debe ser vista como un mero trámite burocrático, sino como un servicio humano y compasivo que busca mejorar la salud y el bienestar de la población.
Para lograr esta transformación, es necesario implementar cambios en la cultura organizacional de las instituciones de salud, así como en los procesos y procedimientos administrativos. Es necesario fomentar una cultura de servicio y compromiso con el paciente, así como una mayor transparencia y rendición de cuentas en la gestión de los recursos públicos. También es fundamental invertir en tecnología y capacitación del personal para mejorar la eficiencia y calidad de la atención médica.
Cuando trabajé como Comisionada en el IZAI y en el otrora INAI, conocí de primera mano casos donde la sociedad usaba otro derecho humano, el acceso a información pública, para ejercer con efectividad alguna parte de su derecho a la salud, por ejemplo, para conocer qué clínicas quedaban cerca de su domicilio, por qué no contaban con insumos o personal médico necesarios, pero también para acceder a sus expedientes médicos.
Aunque no exista ya el INAI, el poder acceder a nuestra información personal sigue siendo un derecho, por lo tanto, con el nuevo modelo de transparencia podemos seguir exigiendo que instituciones de salud nos permitan conocer nuestro historial médico, que a su vez nos da más herramientas para valorar que el procedimiento fue el adecuado y obtener otras opiniones de especialistas.
No dejemos de exigir que nuestros derechos no solo mantengan un piso parejo, sino que sigan mejorando, porque ese es un principio básico de los derechos humanos, la progresividad de los mismos. Son garantías constitucionales que debemos seguir haciendo valer.