En un mundo donde las noticias vuelan y las redes sociales marcan la agenda, los mensajes de identidad se han convertido en la brújula que guía la relación entre los personajes públicos y la ciudadanía. No se trata solo de discursos bonitos, sino de hablarle al corazón de la gente, de decirles: “te veo, te escucho, y trabajo para ti”.
Cuando un líder comparte un mensaje que refleja nuestra cultura, nuestras luchas y nuestras aspiraciones, sentimos que forma parte de nuestra historia. Es ahí donde nace la conexión real. Porque la política no puede ser solo cifras y promesas, debe ser emoción, debe ser cercanía.
Los mensajes de identidad son el recordatorio de que detrás de un cargo hay una persona que conoce las calles que caminamos, las dificultades que enfrentamos y los sueños que perseguimos. Son el espejo donde el pueblo se reconoce y la motivación para seguir construyendo juntos.
En Zacatecas, por ejemplo, cada mensaje que resalta nuestra cultura minera, nuestra charrería, nuestro orgullo estudiantil o nuestra fuerza comunitaria, nos une como sociedad. Y es precisamente esa unión la que fortalece la confianza en quienes nos representan.
El reto está en mantener estos mensajes vivos, auténticos y coherentes. No basta con aparecer en eventos o publicar en redes; se necesita escuchar, responder y actuar. Porque cuando el mensaje es claro y honesto, no solo se gana simpatía: se gana legitimidad.
La identidad no es un accesorio, es el alma de un proyecto colectivo. Y cada palabra que la refuerza es un paso más para construir un futuro donde gobernantes y ciudadanos caminen en la misma dirección.
Erika Macedo, Comunicóloga y Periodista.